Desde niña siempre viví con la imagen de la maternidad. Las mujeres son madres. Siempre. Así tenía que ser. Las mujeres somos las que parimos a quienes morirán mañana. Eso somos: madres.
Estaba rodeada de mujeres. Todas madres. Todas ellas. Madres jóvenes, por cierto. 20 años y ya con dos hijos, bueno, mi tía Griselda tenía 25 años y ya tenía 5 hijos. Ella sí que le ganaba a todas. Al final tuvo 10. Gran familia.
Así que la maternidad era muy natural en mi familia. Todas las mujeres serían madres… o al menos eso creí.
La primera en abortar, literalmente, la misión fue la prima Rosalía y digo literal porque así fue. El novio que tenía, Francisco, le dio por irse pa’l otro lado y se hizo, como dicen en los pueblos, ojo de hormiga con su paternidad, así que la prima Rosalía decidió que no iba a tener un hijo de un «padre» ausente.
Cuando la familia se enteró la crucificó en vida. No volvieron a hablarle, más que yo. Vive sola en la Roma y tiene por hobbie tejer mientras escucha la radio.
Otra en saltar del barco de la maternidad tradicional fue mi prima Esperanza, quien prefirió adoptar a una niña con Síndrome de Down a tener bebés propios.
Por supuesto que la familia se le fue encima porque, además de adoptar a una niña «enferma», renunció a tener sus propi@s hij@s, pero a Esperanza no le importó y realizó sus planes.
Es madre de una niña, ahora, de 13 años bastante lista para la pintura.
Ámbar es otra que rompió con la tradición. Ámbar es madre, sólo que su pareja es mujer. Toda una escándala, dirían en redes sociales. Rompió los vínculos con todo mundo. A veces platico con ella en el feis. Su pareja y ella decidieron ser madres hace 5 años. Ámbar eligió embarazarse. Tuvieron un niño muy cachetón.
La tía Jacinta sorprendió a toda la familia cuando nos informó que se divorciaba del tío Pedro, luego de 15 años de casada porque «ya había estado suave de tanto maltrato».
Mi abuela habló con ella para convencerla de lo contrario, pero nada logró ni porque le dijo que sus hij@s estaban chiquit@s. «Si se quieren quedar con su padre, adelante. No los voy a obligar».
«Esa hija mía, no sé qué le pasó, dejar a sus hij@s, eso sí está mal», dijo mi abuela.
La tía Jacinta tiene una fondita por la colonia; no se queja. Le va bien. Sus hij@s la visitan cada mes.
Susana tuvo una boda de ensueño. Conoció a su príncipe azul en la universidad, se enamoraron y casaron. Su boda fue perfecta, a decir de la familia.
Al año, Susana estaba embarazada. Mi tía Lidia la cuidaba mucho y Susana se dejaba consentir. Le organizamos su babby shower, ahí supimos que tendría un niño.
Dos semanas antes de su parto programado, Susana se enteró que su perfecto marido, su príncipe azul tenía una amante con la que tendría una niña.
Mi tía Lidia trató de convencerla para que no se separara de su marido. «Esas cosas pasan, verás que la deja en cuanto nazca el niño. Además, con la otra tendrá una niña, tú tienes la de ganar porque será hombrecito».
Susana se fue. Tuvo a su hijo y firmó su divorcio acompañada de mamilas, pañales y papillas.
Mi concepto de madre cambió. Ya no fue el mismo. Dónde había quedado eso de mujeres-madres felices.
Entonces vi la realidad
La maternidad no es un cuento de hadas, donde la protagonista vive feliz por siempre.
Siempre somos malas madres, escuché que dijo mi tía Jacinta.
Debemos ser vírgenes para ser buenas madres, si no lo eres ya vas marcada, pero aunque lo seas siempre habrá algo que te reclamen. Siempre.
Serás responsable si te salen estrías en la panza. Nadie dirá que la piel se estira y es absolutamente natural que queden marcas. No. Tú eres la responsable por no cuidarte.
Si el bebé nace con granitos en la cara, rojito. Es tu culpa por comer irritantes durante el embarazo.
Si engordas también serás responsable, por supuesto nadie dirá que subiste de peso porque todo mundo te dijo que tenías que comer por dos.
Esos kilos de más jamás los perderás. Son la prueba fehaciente de que el embarazo tiene consecuencias.
También serás culpable porque no pudiste amamantar a tus hij@s. Necesitaste de madres sustitutas o de leche en polvo o la fórmula. «Eso te pasa por no tomar atoles», te dirá la abuela.
También serás responsable cuando tu bebé se cayó de la cama, pues te quedaste dormida a su lado mientras lo amamantabas. Ese chichón en la cabeza será el motivo para llorar un largo rato.
También serás culpable por no usar pañales de tela como lo hizo tu madre. «Ahora ya no quieren sufrir, todo lo quieren fácil», dirá.
Serás responsable de que tu nena se haya rosado y ahora llore sin parar. «Te dije que debías cambiarla cada dos horas», te reclamará tu suegra.
Te sentirás culpable y avergonzada cuando tu niñ@ haga un berrinche en la calle y te encuentres en la encrucijada de darle una nalgada o comprarle lo que te pide, con el riesgo, claro, de que te digan «mira cómo l@ maltrata o, l@ tiene muy consentid@».
Te sentirás culpable cuando hayas planeado, después de varios años sin verse, una salida con tus amigas y al llamar a casa tu hij@ te diga que ya regreses porque no se puede dormir.
Entonces te das cuenta de que serás responsable de todo lo que hagan, digan, decidan, sientan tus hij@s porque tú eres su madre.
Nadie nos dice que la maternidad es cruel, terrible, que da miedo, que no puedes dormir por temor a que tu bebé se ahogue o que se caiga de su cuna.
Nadie nos dice que las piernas y los pies se hinchan tanto que hasta pierden su forma.
Nadie te dice que todos te verán como la madre, nunca más como la mujer.
Lo que sí, es que te dirán que todo todo todo vale la pena cuando te llaman mamá y es posible que así sea, pero jamás te dirán que antes que el padre, tú y sólo tú eres responsable de todo lo que le suceda a ese bebé.
Eso me recuerda a algo que me dijo una amiga que se sentía culpable cuando murió su bebita, quien tenía leucemia, «debí saber que estaba enferma, debí verlo… yo era su madre, cómo no me di cuenta».
Así que no, yo felicito a todas las mujeres, en especial a las mujeres que decidieron ser madres, en todo lo que significa serlo, pero también a aquellas mujeres que no quieren ser madres y que cuidan, respetan y ayudan a las que lo son.
A las cuñadas, tías, amigas que velan, cuidan, protegen, educan a sus sobrin@s y que l@s aman como suy@s sin haberl@s parido.
A las madres que decidieron adoptar y sin distingo de sangre asumen con responsabilidad su maternidad.
Gracias a ustedes, mujeres, por su valentía de ser madres en tiempos como éstos, porque, aún sabiendo que siempre serán tachadas de malas madres eligen serlo con todo el valor que tienen en su ser.
Gracias, gracias.
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