Tengo 27 años. Vengo de una familia católica, mis hermanas, mis padres y yo íbamos, sin falta, cada domingo a misa, después dejamos de hacerlo hasta que íbamos en ocasiones especiales.
Estudié Contaduría, siempre fui buena con los números. Me gradué con honores. Desde hace 2 años tengo un novio, Alfonso, un buen hombre, creo. Él es veterinario, ama los animales.
Tengo un buen trabajo en una empresa grande. Siento que tengo todo por lo que he trabajado.
Hoy es viernes, las chicas del trabajo me invitan a una «noche de niñas», pero no me siento con ánimos, les comento que tengo ya un compromiso, lo cual no es cierto.
Ellas se van a las 6. Miro mi escritorio, veo que tengo trabajo pendiente. Decido quedarme un par de horas. Salgo a las 8:30pm., ya no vivo con mis padres, vivo sola en un pequeño departamento cerca de la estación Eugenia.
Generalmente, Alfonso va a esperarme al trabajo, pero este fin de semana se fue a una comunidad de Hidalgo, de vez en vez va a comunidades alejadas para prestar servicios veterinarios gratuitos. Este fin de semana es uno de ellos.
Es buena hora, he salido más tarde. Tomo una micro que me deja en Universidad y de ahí me dirijo al Metro. Va lleno, normal de viernes.
Me bajo en Eugenia, son casi las 10 de la noche. El edificio donde vivo está a 4 cuadras. Mi camino es el mismo, excepto porque dos cuadrdas antes «alguien» me tapa la boca y me jala a una callecilla oscura, trato de zafarme, no puedo, es más alto que yo, más fuerte, advierto un olor a sudor. Me arrastra a un auto, le muerdo la mano, se enoja y me da un puñetazo. Todo es negro ahora…
Me duele la cabeza, en realidad, me duele todo el cuerpo, es como si me hubiera pasado un camión encima. No sé dónde estoy, el cielo está oscuro. Aún es de noche o quizá de madrugada. Me duele el pecho…
Me toco la frente, me sangra. Siento aire en mis piernas. Veo que tengo mis pantalones hasta los tobillos, me escurre sangre de la entrepierna. No puede ser, ¡me violaron!.
Otra vez todo es negro
Mis brazos tienen moretones, en el izquierdo, justo a la altura del hombro tengo una marca. Dios, son dientes. Me mordió…
Trato de levantarme. Me doy cuenta que estoy en un lote baldío. Me duele la garganta, la toco, tengo una agujeta en mi cuello, él… ¿trató de matarme? o, quizá ya estoy muerta…
Me incorporo, mi playera de Rita Guerrero está rasgada, es blanca, era más bien. A unos 3 metros veo mi bolsa, voy trastrabillándome hacia ella, busco mi celular.
Sí está, pero no sé a quién llamar. Mis padres padecen de la presión alta. Mis hermanas son mucho más chicas que yo. ¿Alfonso? No, a él, no.
Tiemblo, estoy llorando. Decido marcarle a mi mejor amiga, Graciela. Son las 2 de la mañana. Suena cuatro veces… contesta.
Graciela me conoce desde los 6 años, fuimos juntas a la primaria, secundaria, preparatoria e, inclusive la universidad, aunque ella estudió Trabajo Social, así que sabe que si le marco tan tarde es porque es importante.
Contesta y lo primero que dice es «¿estás bien?», me suelto a llorar y entre balbuceos le digo que me violaron. Hay un silencio, me parecen horas, pero apenas pasan unos segundos.
Me pregunta dónde estoy. No lo sé, le digo. Me recomienda que le mande mi ubicación. Lo hago. No cuelgo.
Azcapotzalco, por la zona industrial. Ella vive por la estación del Suburbano San Rafael, está relativamente cerca.
Graciela llega en 15 minutos. Rompe en llanto en cuanto me ve. «Vamos a un hospital», le digo que no, que quiero irme a mi casa, que necesito bañarme.
Me convence de que vaya a un hospital. Llegamos a Magdalena de las Salinas. Las enfermeras me ven y corren a atenderme, me desmayo en su brazos.
El dictamen: tengo desgarrada mi vagina y el recto. Fue tal la fuerza con la que me violó que me causó una fractura en el diafragma.
Tenía laceraciones en todo el cuerpo, más en los muslos y en las pompis. Mordeduras en el hombro, en un seno, casi me lo arranca, por eso me dolía el pecho.
También tengo una marca pronunciada en mi cuello, es claro que quiso matarme, quizá pensó que lo estaba y por eso me dejó ahí tirada.
Me arrancó cabello. Me mordió una mejilla. Mi cara estaba hinchada…
Las enfermeras que me atendieron y la doctora que estaba de guardia tenían los ojos llenos de lágrimas. Lo sé, estaban llenas de dolor, de rabia. No me decían nada y me dijeron todo.
La trabajadora social me dijo lo que yo ya sabía, me habían violado, habló conmigo y me explicó que era su deber hablar al Ministerio Público para dar parte, me puse a llorar, no quería que nadie se enterara de lo que me había pasado, me habló de la pruebas irrefutables que tenían, pero yo sabía que eso no era suficiente.
Graciela ya había pasado por eso. Abusaron de ella en una fiesta cuando tenía 20. La acompañé al Ministerio Público, los médicos determinaron que había droga en su cuerpo. La drogaron, pero creyeron que eso nada tuvo que ver en lo que había pasado. Graciela no tuvo tanto daño físico, pero el resultado fue el mismo: fue violada.
Y pese a las pruebas, no hubo justicia, Graciela tuvo que ir a terapia por dos años y ahora no sale de casa sin su gas pimienta, así que sabía perfectamente que los moretones, mordeduras y la fractura no me asegurarían justicia.
Todo esto se lo dije a la trabajadora social, se lo grité, más bien. Terminé llorando, la cabeza me daba vueltas…
¿Acaso fue mi culpa? Sí, debí irme a las 6 a mi casa, debí enviar mi ubicación o tomar un Uber, quizá si hubiera venido más alerta… quizá si mi sexto sentido me hubiera avisado… quizá… quizá yo hubiera corrido… quizá debí ir a esas clases de defensa personal que tanto me insistió mi padre… quizá debí usar pantalones menos justos..
Porque no me van a creer, dirán que fue mi culpa, que no grité, que no puse resistencia. Y cómo hacerlo, era más alto que yo, más fuerte. Yo lo intenté, en verdad, junté todas mis fuerzas, pero no pude… ¿por eso me violaron?
Graciela me toma fuerte de la mano y me dice «aquí estoy, voy a estar contigo»…
Acepté, y entonces la doctora comenzó a hacerme estudios más específicos. Me dio una píldora del día después. Lloré todo el tiempo… Aún lloro.
Estuve tres semanas en el hospital, la fractura en mi diafragma se complicó… Mañana voy a presentar la denuncia y aún tengo sus dientes en mi hombro.
Se llevó todo de mí. No sé cómo voy a seguir…. Estoy rota.
Y si tú entiendes todo esto quiero decirte que no fue tu culpa.
* El nombre, nacionalidad y demás datos fueron cambiados para proteger la identidad de la víctima.
* De acuerdo con cifras de organizaciones civiles, 75 por ciento de las mujeres han sido víctima de agresiones sexuales, aunque hay un porcentaje (menor) de agresores extraños, la mayoría de los delitos sexuales, entre ellos violación, son cometidos por conocidos de las víctimas.
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