A mí me gusta mucho bailar, de todo. Siempre he sido una amante fiel del baile, sin importar el género musical, sin embargo cuando el famoso reguetón hizo su flamante aparición debo confesar que sentí que escucharlo y, sobre todo, bailarlo era un gusto muy, pero muy culposo.
Soy feminista, claro que las letras de la mayoría de las canciones de reguetón no me gustan, de hecho me llegan hasta hacer enojar, pero qué pasa con el baile.
Seamos sinceras, el ritmo es sumamente pegajoso, yo he pensado muchas veces “si le quitara la letra a esta canción y sólo le dejara el fondo musical sería maravillosa”.
Por supuesto que por mi formación feminista, el reguetón me ponía en una encrucijada, pues sentía que al bailarlo estaba traicionando mis principios basados en la perspectiva de género.
A mover el bote
La periodista española June Fernández, experimentada feminista ha dicho y cito que “si hay un reparo ante el reguetón que me gusta rebatir es el de que es un baile machista porque la mujer se mueve para darle placer al hombre.
Es curioso porque, bajo una premisa aparentemente feminista, una vez más se niega la sexualidad y el placer de las mujeres. ¿O sea que si yo me froto contra un hombre es para darle gustito a él? ¿Acaso no creen que frotarme me da gustito a mí?”.
Y es que a poco no hemos escuchado el clásico “ese baile denigra a las mujeres” y bla bla blá.
Yo era una de esas personas que veían cómo se movían las chicas, niñas, incluso, con ese género. Veía cómo ponían su mano en la pared y movían sus caderas y nalgas al son del reguetón, mientras que los hombres a su alrededor sólo las veían extasiados y con ganas de acercarles su cuerpo.
Pero, como bien dice June Fernández, ¿quién carajo les dijo que las mujeres bailamos para los hombres?, ¿quién les dijo que las mujeres y encima feministas no podemos bailar reguetón sin que se nos tache de doble moral o de que no somos lo suficientemente feministas como para repudiar este baile?
Yo bailo reguetón y no me da pena. Me gusta bailarlo sola, sin un pene erecto detrás de mi trasero, ni unas manos que quieran tocarme, pero también me gusta bailarlo con amigas y mi pareja. Me gusta el ritmo, pues, como lo dije, es sumamente pegajoso.
El reguetón también es femenino
Romina Bernardo, las cantantes puertorriqueñas Ivy Queen y Lisa M, o la chilena Tomasa del Real, la Tremenda Jauría, K-Narias, Karol G, Farina, La Insuperable, Melymel, Becky G o Natti Natasha son algunos ejemplos de que las mujeres también hacen reguetón y que lo hacen muy bien.
Por ejemplo, la Torta Golosa es un grupo chileno que defiende con mucha ironía su reguetón al que llaman “tortillero-feminista”.
En su perfil de Facebook se puede leer: “Par de lesbianas que un día se juntan a leer feminismo y a hablar de sus lesbiandramas y terminan cantando reggaeton lesbotransfeminista”. Qué tal, eh.
Las mujeres que hacen reguetón lo utilizan como una forma para empoderarse y a su vez, empoderar a las mujeres a través de la música, pero también del baile, en este caso el reguetón.
Y es que pensémoslo por un momento, el cuerpo femenino ha sido desde siempre la forma en que la sociedad nos ha controlado: no usar pantalones porque somos mujeres, sí usar faldas, pero no tan cortas porque parecemos putas, pero no tan largas porque parecemos conservadoras, no dejar al descubierto partes de nuestro cuerpo, como la espalda, el escote, las piernas, los hombros.
El cuerpo femenino se ha convertido en ese territorio del cual todo mundo opina y decide, menos las mujeres.
Por ello, para las reguetoneras, el cuerpo es justo una cuestión política y espacio de resistencia.
Es nuestro cuerpo, por ejemplo Fannie Sosa, artista y activista brasileña, quien se ha destacado por organizar talleres de twerking, sostiene que “agitar las nalgas hace que las mujeres se relacionen de una forma diferente con su cuerpo” y es ese movimiento de su pelvis el que genera una energía que las empodera; dice, “mover las caderas es dar un paso hacia el placer. Cuanto más placentero es un cuerpo, más poderoso es”.
Hace unos meses, quizá un año, la cantante estadunidense Becky G estuvo envuelta en polémica porque sacó una canción titulada “Mayores”, que dice: “A mí me gusta que me traten como dama, aunque de eso se me olvide cuando estamos en la cama, a mí me gusta que me digan poesía al oído por la noche cuando hacemos groserías… A mí me gustan más grandes, que no me quepa en la boca… los besos que quiera darme, y que me vuelva loca…”.
Le llovieron las críticas porque ¡cómo una mujer se atrevía a decir “que no me quepa en la boca”!, pero como la misma Becky G dijo “lo critican porque una mujer lo dice, sin embargo cuando un hombre comenta ‘sólo en tu boca, yo quiero acabar’ ahí sí está bien, ¿no?”.
¿Se dan cuenta? No es el reguetón, no son los géneros musicales, es la contención que hacen a las mujeres.
¿Acaso las mujeres no podemos pedir, exigir o comentar en el tema sexual?
A Maluma lo ponen en un pedestal porque dice que él tiene a sus cuatro babies, a Luis Fonsi nadie lo criticó porque canta “Despacito, quiero desnudarte a besos despacito, firmo en las paredes de tu laberinto y hacer de tu cuerpo todo un manuscrito”, pero a Becky G se le satanizó porque se atrevió a decir que le gustan los mayores.
Es una doble vara, ¿no creen?
Así que si tú eres mujer, feminista dale duro… al baile y al reguetón, de todas formas nos critican, pues que lo hagan mientras nosotras gozamos el baile.
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