La realidad siempre superará a la ficción. Sí, es una frase muy trillada, pero en un mundo que no deja de generar información a cada segundo, y por lo mismo, que no para de sorprendernos, cada letra de esa oración adquiere una importancia que bien podría compararse a una dulce condena para aquellos que decidimos dedicarnos al periodismo.
Hay tantas historias por contar. Hay tantos géneros por cubrir.
Política, deportes, cultura, tecnología, ciencia, espectáculos, sociales, por mencionar algunos. Incluso, hay tantas formas de contar y de enriquecer una historia que, tan sólo de pensarlo, muchos empezarán a sentir esa indescriptible emoción que produce el crear una nota.
El gran problema es que, contrario a lo que pudiera parecer, lo que ahora hace falta son periodistas de verdad, que se tomen en serio su papel, que dejen de coquetear con la mediocridad y se atrevan a salir de las fórmulas clásicas que han marginado a los periódicos y a las páginas en línea de muchos periódicos en las referencias del pasado.
Que vuelvan a ser reporteros de verdad, los que eran respetados por lo que se atrevían a preguntar, por sacar la chamba a costa de los empujones en los chacaleos, de las miradas inquisidoras de algún personaje evidenciado, por los trabajos periodísticos que cimbraban a la sociedad por la calidad de su contenido.
No se busca criticar a nadie, pero ¿de verdad se puede llamar reportero a quienes buscan salta a la fama en otros rubros? ¿A quienes se atreven a armar una nota luego de calumniar y ofender a otras figuras públicas porque no encuentran una mejor historia que escribir?
O peor aún, ¿son los nuevos comunicadores quienes revuelcan el trabajo de otros compañeros y presentan una nota como una nota de su propia autoría mientas se encuentran en la comodidad de su hogar mientras la fuente está cubriendo cualquier tipo de evento, en cualquier lugar, a cualquier hora?
¿Eso es el nuevo periodismo?
Al igual que ustedes, me niego a aceptar esas definiciones que han tergiversado un oficio tan noble y a la vez tan cruel que no todas las personas se atreverían a desempeñar. La solución para difuminar todas estas ideas tan erradas es tan simple, como tantas cosas en esta vida, que espero no tomen como una ofensa a su inteligencia:
Si eres un periodista, asume tu responsabilidad como informador. Valida tu trabajo cuidando lo que escribes, fortalece tu trabajo a través de fuentes confiables, no pierdas la capacidad de sorprender a los demás (incluso a ti mismo) al atreverte a abordar temas o géneros a los que no recurres frecuentemente.
Permite que tu trabajo sea tu carta de presentación. No basta con ser un comunicador, hay que creérselo. Esa es la clave para volver a tener reporteros de verdad.