«La critatura más fuerte que Dios creó en el mundo no fue el león, ni el elefante, ni el tigre, fue una mujer», dice Arunachalam Muruganantham, el inventor de una máquina muy sencilla para fabricar toallas en una comunidad de la India.
El hombre trata de ayudar a las mujeres de la aldea de Kathikhera, en el distrito de Hapur, a 115 kilómetros de Nueva Delhi, enseñándoles a fabricar las toallas para independizarse económicamente y, sobre todo, para derribar los tabúes que hay alrededor de la menstruación.
Esta es la trama de Period. End of sentence, de Rayka Zehtabchi, que en la reciente edición de los Premios Oscar ganó en la categoría de Mejor Cortometraje, y que puede encontrarse en la plataforma streaming de Netflix.
Su misma directora dijo que era impresionante que un corto que hablara de la menstruación ganara ese reconocimiento.
La sorpresa no era para menos. La menstruación es el tema tabú por excelencia en la mujer y en la India, no es la excepción.
Durante los 26 minutos que dura el trabajo fílmico podemos darnos cuenta de la magnitud que tiene este tema.
En países como la India, las mujeres prefieren dejar de ir a la escuela por estar menstruando, ya que no pueden estarse cambiando «los trapos» con frecuencia y en privacidad.
Hablamos de una comunidad muy pobre, donde sólo el 10 por ciento de las mujeres usan y conocen las toallas femeninas, ¿increíble, no?.
Algunas de las mujeres que son entrevistadas refieren que deben caminar grandes distancias para cambiarse los trapos, ropa vieja que usan como compresas, pero que siempre se torna difícil, ya que no se sienten seguras.
De hecho, cada mes son apartadas de sus hogares cuando están menstruando, pues se tiene la creencia de que en «esos días» son impuras y que ni los dioses escuchan sus plegarias.
Lo anterior no es una práctica de ahora, recordemos que en el viejo testamento se advierte que si un hombre toca una mujer que está menstruando quedará impuro, además, se les aconsejaban a no tener relaciones sexuales mientras sangraban, pues podrían contagiarse de «algo», pues la sangre menstrual siempre ha estado asociada a ritos satánicos, brujería.
Incluso, se dice que en algunas comunidades las mujeres utilizan su sangre menstrual para dársela a su novio o esposo en algún platillo y con ello el varón, en cuestión, jamás se irá de su lado. Es, una especie de toloache, pero más potente, dicen.
No olvidemos que María fue obligada a «guardarse» durante 40 días, después de haber parido a Jesús y pasado ese tiempo pudo entrar al templo (2 de febrero) para presentar a su hijo ante Dios.
En Period. End of sentence, las mujeres viven la menstruación sin saber a ciencia cierta qué es. Cuando la realizadora del corto les pregunta qué es la menstruación, ninguna responde con certeza, agachan la cabeza, ríen tímidamente, se ponen serias, se sonrojan… se avergüenzan.
Lo más impresionante es cuando les enseñan una toalla sanitaria y no saben qué es. Ese es el momento cuando Arunachalam Muruganantham les enseña a fabricar toallas sanitarias.
Aquel instante les cambia la vida, pues empiezan a fabricarlas y a ir de casa en casa haciendo demostraciones a otras mujeres para que les compren sus toallas Fly (volar).
Ufff, qué nombre tan significativo!.
Las mujeres comienzan a darse cuenta de lo importante que es la independencia económica, el empoderamiento que tienen en sus manos, tanto que una de las chicas que anhela ser policía dice orgullosa: «hacer esto me asegura que cumpliré los sueños de mis padres, los míos, que no me voy a casar y no seré la mujer de nadie«.
Sangrar, porque soy mujer
La primera vez que menstrué tenía 9 años. Recuerdo que estaba en cunclillas en el sillón jugando con mis hermanos. Traía un vestido blanco con bolitas negras.
No sentí nada. Mi mamá se dio cuenta. Me llamó y las dos nos fuimos al baño. Me dijo: «Ya te bajó».
Sabía a lo que se refería, había hablado conmigo sobre la menstruación cuando tenía 7 años.
Me enseñó a ponerme una toalla sanitaria y cada cuándo cambiarla. Mi vida no fue la misma desde entonces.
Sabía todo lo que significaba. Aunque traté de ser como siempre, a veces no me funcionaba,sobre todo cuando teníamos clase de Educación Física y debíamos llevar nuestro uniforme: short blanco. Sí, ya imaginarán.
Jamás me manché en la escuela, pero sí estaba con el Jesús en la boca porque justo el día más abundante era cuando me tocaba esa clase.
Al ingresar a la secundaria ya tenía 3 años «de ventaja» frente a las demás niñas, aun así cada mes enfrentaba fuertes cólicos, náuseas, mareos y esas ganas de estar comiendo algo frío para calmar mis dolores.
Ahora, ya tengo, pues, muchos años de sangrar, cinco de utilizar copa menstrual que, literalmente, me ha cambiado la vida.
Aún sigo viendo cómo muchas mujeres usan ropa oscura cuando menstruan, por «si se manchan, nadie se dé cuenta».
Y es que nos han enseñado que aun en los cestos de basura se debe ocultar que estamos menstruando. Por eso, las mujeres envuelven las toallas con papel higiénico y tratan de ocultar cualquier indicio que denote que están «en esos días».
Vaya, ni siquiera se le llama menstruación, sino Andrés, Regla, Periodo o, el clásico Ya me bajó.
La sangre menstrual es estigmatizada que falsamente se le atribuye un mal olor, bacterias y un sinfín de calumnias.
En realidad, la sangre menstrual es rica en nutrientes, tanto que se usa como abono para que crezcan más sanas, fuertes y bellas las plantas y flores, también, se usa como mascarilla que ayuda a tener una piel más luminosa y libre de imperfecciones.
La sangre menstrual no huele mal, huele a sangre. El mal olor lo provoca el uso de productos como tampones o toallas sanitarias que, al retener la sangre en el algodón (algunas mujeres tardan en cambiarse toalla entre 4-6 horas) y por la temperatura natural de la vagina se generan esos «malos olores».
La menstruación debería ser una etapa de nuestras vidas en la que sin importar nada, estemos seguras, sanas, sin límites ni discriminación.
Somos mujeres y vamos a sangrar, es nuestra naturaleza y debemos aprender a vivir con ella en armonía, sin pena ni tabúes ni vergüenzas ni ocultándonos en ropa oscura.
Debemos ser libres con toda nuestra sangre menstrual.
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