Hace años escuché un «chiste» que, reconozco, me hizo reír en aquel tiempo. Decía más o menos así:
«Por qué siempre que se abre una bolsa de pan se apartan las tapas (llamadas también suegras)… Porque a las suegras nadie las quiere».
Reí. No tenía suegra.
Díez años después tengo una y la relación se ha tornando en una guerra de egos, dimes y diretes. Y en medio se encuentra mi esposo.
Mi madre siempre me dijo que entre más lejos estuviera de la suegra, más probabilidad de éxito tendría mi matrimonio.
Ella tenía cerca a mi abuela (paterna). A 20 minutos, prácticamente. Distancia suficiente para que mi abuela estuviera «al pendiente» de su hijo, mi padre.
Ambas, de carácter fuerte, chocaban cada vez que se podía. En medio, también estaba mi padre, que jamás se metió a defender a ninguna de las dos.
Así fue durante varios años, 15 más o menos, hasta que ambas, creo, se dieron por vencidas o, quizá aceptaron que era una guerra en la que jamás habría una ganadora o, quizá se hicieron amigas o, quizá porque mi abuela murió. No sé.
El caso es que siempre, casi siempre, hay un enfrentamiento entre suegras y nueras. Casi podría decirse que es natural, pero no. No es así.
Cuando somos niñ@s crecemos creyendo fielmente que lo que dice, hace, piensa y siente nuestra madre, o la figura femenina de mayor autoridad con la que vivimos, es ley. Así debe ser.
Reproducimos todo lo que la abuela, la hermana, la tía, pero sobre todo, lo que la madre hace.
Al crecer y vivir en pareja, nos damos cuenta de que eso que hacía, decía o pensaba mamá no lo hacen las demás personas. Es diferente.
Ahí empieza la lucha.
¡Mi mamá no lo hace así!
Estaba cocinando. Hacía caldo de mariscos cuando mi esposo se acercó, me observó unos segundos y enseguida me dijo: ¡mi mamá no lo hace así!.
¡Pfff!. Fue como si me jalaran los pelos de allá abajo. Herví por dentro.
En su comentario había una intencionalidad muy clara: ¡mi-ma-má-no-lo-ha-ce-a-sí! ¡Ja!.
Mi madre ya me lo había advertido: «prepárate, porque algún día te harán ese comentario».
Ese día ya había llegado.
Me enojé y le respondí: «obviamente, yo no soy tu madre y yo lo hago así y sé que te va a gustar».
Creo que ahí comprendí lo que pasaba y lo que no quería más.
Suegra vs nuera, la competencia
¿Se han dado cuenta que desde niñas nos enseñan a competir entre nosotras?.
Nos enseñan a cuidar al otro, entiéndase como padre, hermano, esposo, hijo.
Yo lo hice cuando mi hermano mayor se casó. Fui tan cruel con mi cuñada, siempre pensando que no era la «mujer ideal» para él, como si él fuera un santo.
Por fortuna, el tiempo me enseñó que mi cuñada podía ser mi aliada, incluso de mi madre que la adoptó y quiso como a una hija.
Pero no siempre sucede así, somos crueles entre mujeres, porque así nos educaron.
«Esa mujer que fue a escoger mi hijo no sabe hacer nada», «no cocina y hasta lavadora tiene», «mi pobre hijo tuvo que ponerle sirvienta», «Ay, sí yo sabía que a ‘esa’ nomás le gustaba la calle»…
Yo escuché muchas veces esos comentarios crueles y en algún punto concordaba con ellos.
Cómo no iban a tener razón aquellas madres, si querían lo mejor para sus hijos, me decía.
Y es que gracias a esta cultura machista en la que vivimos, hay una costumbre, creencia de que suegras y nueras jamás se llevarán bien.
¿No les pasó que al formalizar una relación con su pareja y cuando les presentaron a su madre, quisieron agrandarla?.
¿Como por qué tenemos que hacer eso?.
Bueno, es que nuestra cultura nos marca que la figura materna es única, la más importante para cualquier persona, en especial para un hombre.
Y entonces creemos que si queremos paz y éxito en nuestro noviazgo o matrimonio debemos caerle bien a la suegra y si no sucede, entonces debemos marcar «nuestro territorio», al hogar y al marido o pareja misma.
Por ello, creemos que la nuera nos va a quitar a nuestro hijo adorado o, que la suegra es una metiche de primera y que para ella no somos suficiente.
Es un duelo entre mujeres propiciado por esta cultura patriarcal en la que vivimos.
Nos hacemos rivales y educamos a las siguientes generaciones con la idea de rivalizar a las mujeres.
No nos damos cuenta que como madres siempre seremos eso, la madre que parió a nuestro hijo y que sólo por ese hecho somos únicas en la vida de ellos.
No nos damos cuenta que como parejas de nuestros compañeros nuestro papel en su vida es diferente e irrepetible.
Pero, sobre todo, el hijo y el esposo a la vez, no se da cuenta que madre y esposa son dos mujeres diferentes.
Que cada una le brinda un amor diferente. Que las cosas que hacen, cómo piensan, sienten es distinto y eso está bien.
Que la madre no es esposa. Ni la esposa es madre y que esa competencia entre ambas no debe existir.
Pero desde niñas nos enseñan a que algún día será así, que vendrá una mala mujer a quitarnos a nuestro hijo, o que la suegra siempre estará metiendo su cuchara y hay que ponerle un estate quieto.
Hoy lo veo así.
Apenas estoy empezando. Yo misma reflexiono sobre mi actitud y la de mi suegra y me está costando mucho entender que mi suegra no es mi enemiga ni yo su enemiga.
Espero que ella también vea que no le voy a quitar a su hijo y que mi esposo entienda que ella y yo somos diferentes y que puede confiar en ambas…