Anna Dovgalyuk es una feminista de origen ruso que hace unos días se hizo viral a través de un video que publicó en su canal de YouTube.
En él demuestra cómo ella y otras mujeres combaten el manspreading, es decir a los hombres que se sientan en el transporte público con las piernas excesivamente abiertas y que invaden el espacio de los asientos a su lado.
En el video se ve cómo Ana derrama líquido de una botella (presuntamente, lejía) en las entrepiernas de los varones que practican el manspreading.
La medida, por supuesto ha sido duramente criticada, no sólo en Rusia, sino en todo el mundo, en especial por los hombres, pues argumentan que es una acción extrema de las feministas.
El video fue ampliamente difundido en redes sociales y en medios de comunicación electrónicos, tan sólo al revisar Twitter me encontré con un sinfín de comentarios al respecto.
Por supuesto que la gran mayoría de opiniones son criticando a la joven mujer a quien no la bajan de «loca», «feminazi», «mal cogida», «hija de puta», entre otros calificativos.
Manspreading y el Síndrome de los huevos de cristal
Si tú eres mujer, seguramente te ha pasado que al utilizar el transporte público y sentarte al lado de un hombres es, muy probable, que abra excesivamente las piernas.
La situación es la siguiente: te incomodas, desde luego, pero quizá no quieres pelearte y cedes.
Entonces lo que te queda es que te arrinconas o, si puedes, te levantas y te sientas en otro lado.
En cualquiera de los casos, automáticamente, ese hombre abrirá más la piernas, ¿te has fijado?.
Otra alternativa es reclamarle. Yo lo he hecho en muchas ocasiones y en la mayoría de ellas terminan diciéndome «pinche loca».
¿Es una locura pedirles que se limiten a ocupar el ancho del asiento donde están?, ¿necesitan más espacio?, ¿en serio?.
Pregunté a conocidos hombres de diferentes edades, familiares, amigos y compañeros de trabajo, porqué abren excesivamente las piernas cuando se sientan.
No sólo en el transporte público, sino siempre, respondieron, casi en su mayoría, que porque su misma anatomía así lo pide.
«Es que imagínate, tienes unos testículos y un pene por fuera de tu cuerpo y en medio de las piernas, cómo no vas a abrirlas así, si no lo hacemos nos lastimamos».
¡Se lastiman!, pero vuelvo a la pregunta, ¿es necesario que abran excesivamente las piernas?, les cuestioné.
Al ver sus caras, les dije que hiciéramos un ejercicio.
¿Es tan difícil cerrar las piernas?
«Imagina que éste es un asiento del Metro (en realidad, es más grande, pero para el objetivo era ideal), siéntate y abre las piernas hasta donde llega el asiento que ocupas, dime, ¿sientes que tus testículos están uno encima del otro?, ¿te estás lastimando?».
Cinco de los ocho hombres a los que les practiqué este ejercicio dijeron que no se sentían incómodos.
De los otros tres, dos dijeron que quizá como están un «poco gorditos» y los asientos que hay en el transporte público son diseñados para personas delgadas se ven «obligados» a abrir «más» las piernas.
El otro varón de plano no aceptó que no se sentía incómodo, pero dijo sin chistar y cito: «los hombres se TIENEN que sentar con las piernas abiertas, son hombres. Un hombre cruzando las piernas o que las cierre, ¡qué es eso!».
El manspreading es una práctica masculina enraizada culturalmente.
Son contados los hombres que cruzan las piernas o que las abren sin invadir el asiento de al lado o, que las cierran para que las personas que están a sus costados no vengan aplastadas.
Si nos detenemos a observar el video donde Anna Dovgalyuk derrama el líquido veremos que en una escena la banca de enfrente está completamente vacía.
Y justo uno de los comentarios más reincidentes de los hombres era que había suficiente espacio para sentarse, con palabras altisonantes argumentaban que esos hombres a los que les habían derramado el líquido «no estaban molestando a nadie».
La opinión es polémica, sin embargo y aplicando la misma lógica masculina, una compañera feminista me decía: «quizá los hombres tengan razón, tener algo en medio no es sencillo. Nosotras también lo vivimos».
Yo también voy abrir las piernas porque eso de estar menstruando y traer una toalla de tela o comercial en medio de las piernas no es sencillo y más cuando está llena de sangre. Necesito orearme y qué mejor que abriendo las piernas. O, cuando tengo comezón en los vellos púbicos de mi vagina, también necesito abrir las piernas. O qué tal cuando traigo la copa menstrual o cuando mi útero se ha agrandado tanto que parece que estoy embarazada, bueno, imagínate que estoy embarazada, con una panza que ya no me veo ni los pies, a fuerza tengo que abrir las piernas, pero no, a nosotras las mujeres se nos enseña-obliga a que estemos como estemos: niñas, adolescentes, maduras, ancianas, embarazadas, flacas o gordas, a cerrar las piernas. Abrirlas, implica que no eres una chica buena o, ¿acaso nunca te dijeron que las niñas buenas y bonitas se ‘sientan bien.
¿Y, tú practicas el manspreading?